Translate

sábado, 3 de septiembre de 2016

Un paseo por "Nueva York".


Con frecuencia escucho decir a algunas personas mientras planifican sus viajes, que el hotel no es importante, que es sólo para dormir, que estarán todo el día fuera. Esto puede ser cierto algunas veces, pero otras no lo es. Mucho más si se viaja sola, como es el caso.


En esta oportunidad, el lugar escogido es Nueva York, y la ubicación del hotel puede decidir que estés todo el día haciendo uso del metro por necesidad, y de que tengas que volverte a dormir, más temprano de lo que te gustaría, a veces, sólo por una cuestión de seguridad. Sugiero, aunque sea necesario quedarse uno o dos días menos, coger un hotel céntrico, Manhattan es perfecto. Seguro y muy bien comunicado.



Tener muy en cuenta cuando se compra el billete de avión, a que aeropuerto se llega. Con frecuencia te suelen enviar al “Newark” , que está en realidad en New Jersey, y ponerte en Manhattan si lo haces en taxi, que es lo que solemos preferir, muchas veces por cansancio y ganas de llegar, supone unos 80 Dolares, más la propina. Y si les toca uno como el mío, adrenalina extra al 100%. Sólo alcancé a decirle; “Eh!! I love my life”. Bueno, y también le enseñé a decir “Peaje”, pasamos unos cuantos.

Sólo hacen falta unos minutos en esta ciudad para experimentar la emoción de estar frente al tal vez escenario real más popular del mundo. En mi primer día salí de "mi casa" rumbo a lo que yo creía era la mejor forma de llegar a Central Park. Me topé por casualidad con la "Five Avenue", la Quinta Avenida. Me sentía Paco Martínez Soria, llegando a la gran ciudad. 
Es impresionante lo que se puede llegar a sentir. 
Después de un rato de compras imaginarias paseando por la 5ª Avenida, Prada, Valentino, Armani… llegué al pulmón de la ciudad, Central Park. Un pedazo de terreno, que en el s. XIX, fue convertirlo en el idílico parque que es hoy. Tanto consumismo mental me había abierto el apetito, y con tanta hambre ya empezaba a verlo todo en blanco y negro. 
Cumpliendo todos los tópicos “neoyorkinos” me acerqué a un puesto de perritos calientes, me pedí uno, y empezó nuevamente a llegar el color a mi vida. $3 Un perrito, salchicha, mostaza, cebolla, y con Dios. Tal vez por eso me supo a gloria.



Otra de las visitas obligadas es la Estatua de la Libertad. Yo preferí no subir, aproveché el Staten Island Ferry, un barco gratuito que ofrece magníficas vistas de la dama, y también del Skyline. Recomiendo ir cuando empieza a caer la tarde, al coger el de vuelta, tenemos otra visión totalmente distinta y aún más impresionante si cabe.



Esa misma noche me propuse ir a Time Square, la intersección entre Broadway y la Seventh Ave. Me cegó al llegar. Grandes anuncios de neón, gran cantidad de gente de todos los tamaños y colores… Me sentía como un ser microscópico en el interior de una gran película.



Hay cosas que no conviene hacer sola, así que para lo que quería visitar, formé parte de una excursión organizada. Bronk, Harlem, Barrio Judio, Quins...



Pensé que lo del Bronx era una cuestión de cine, que las cosas por allí no eran como en la televisión, pero me da a mí, que una vez más la realidad puede superar a la ficción. Esquinas concurridas de gente con mirada perdida, actitud desafiante al andar por la calle, grafitis que narran el asesinato de un hermano a otro hermano... Miedo no, respeto un montón.
El Barrio Judío, encanta. Es viajar a otra época. Ellos y ellas con su vestimenta característica. Ellos de negro, ellas embarazadas. Rara la que vi en edad fértil, que no lo estuviera.
Harlem, lleno de afro-americanos y de hispanos. De allí salieron algunos artistas como Jennifer López o Marck Anthony, allí vivió Celia Cruz, y allí vamos todos a misa Gospel en domingo. Ellos por fe, nosotros por curiosidad.
Quins. Va por barrios. En unos nivel adquisitivo medio alto, y en otros, alto, altísimo. Casas grandes y calles impersonales, casi como en cualquier zona residencial.
Litlle Italy y ChinaTown también son barrios de obligada visita. Vienen a sumarse a un día de contrastes, que en mi caso sólo intensificaron las ganas de volver, cuando aún ni siquiera me había ido.


Hay tanto que hacer en Nueva York. Hasta no hacer nada ya es interesante. Todo dependerá de lo que usted quiera a la hora de planificar su viaje, y de los días de que disponga. Yo me planteé un viaje lleno de visitas típicas, incluyendo una pincelada cultural a la Universidad de Columbia, El Museo de Historia Natural de Nueva York, y algunas catedrales como la de San Patricio, y San Juan el Divino. Edificios interminables, tiendas llenas de olores, colores, texturas, sabores, tecnología…


En esta ciudad respirar es gratis. Pero como se te ocurra participar de alguna actividad que sea de pago, "te crujen". Tener muy en cuenta, que en la mayoría de los sitios los impuestos no están incluidos en el precio que muestran al público, por lo que si algo, ya te parecía caro al principio, espera a que llegue la hora de pagar.
Podría seguir escribiendo durante horas, dando detalles y contando anécdotas, pero este sólo es un “pequeño” guiño a una ciudad que enamora, Nueva York. La ciudad en la que todos hemos estado, aunque nunca hayamos estado.