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domingo, 11 de septiembre de 2016

Saboreando México. Anécdotas.


No puedo recordar cuando empecé a escuchar en casa hablar de México. Posiblemente era demasiado niña para saber qué era o dónde estaba, pero crecí oyendo su nombre y poco a poco algunos de sus iconos internacionales empezaron a tener sentido en mi cabeza y posteriormente en mi vida;  Jorge Negrete, José Alfredo Jiménez, Pedro Infante, Mario Moreno "Cantinflas", Manzanero... 




Teniendo esta semilla interior, no fue nada de extrañar que cuando se presentó ante mí  la oportunidad de hacer el primer gran viaje de mí vida, el destino estuviera claro, México

Y si quieres acompañar este viaje gastronómico con una amplia selección musical que he creado para ti, has click en Saboreando México

 México es tan grande como variado, y de la misma forma que algunos de sus paisajes no tienen nada que ver entre sí, ocurre igual con su gastronomía llena de olores, contrastes y sabores. Con frecuencia lo que nos llega hasta el otro lado del charco es  comida tex-mex,  una variante de la comida mexicana unida a la de Texas, en Estados Unidos. La frontera manda. ¿Quién no conoce los famosos burritos, los nachos, las fajitas...? Pero falta tanto por dar y por descubrir.


 

Dicen que cada uno cuenta la historia según la viva, así que consciente de que se me quedan muchas cosas en el tintero y platillos que no he probado aun habiendo visitado ese lugar, me voy a centrar en los que si he tenido la oportunidad de saborear y que en momentos como este, lo único que provocan es abrirme el apetito y unas ganas locas de volver a México. 



 

Mi primer contacto con la gastronomía mexicana  digno de recordar fue con un Chile Toreado. (Pimienta muy picante que se fríe para intensificar su sabor/picor). Alguien a mi lado mordió, masticó y tragó, sin ni siquiera despeinarse uno de estos chiles. No sólo una vez, sino muchas, todas las necesarias para darlo por terminado. Supongo que notando mi atenta mirada, se giró a mí y pronunció las palabras que me llevarían a mi casi destrucción gustativa por horas y creo que casi días. ¿Quieres uno? No pican mucho. Seguro que vio el miedo en mis ojos, y añadió; "los europeos son unos flojos". Y en ese momento y motivada por la inocencia, la ilusión, y el desconocimiento de la primera vez, lo cogí y le di la mordida de quien va a comer por última vez y lo sabe. ¡Dios mío! ¿Sería de verdad mi final? Sentí como poco a poco la garganta se me empezaba a paralizar, mis ojos lloraban y no era de sentimiento, la gente me miraba digamos que sonriente, y mis labios a lo Melanie Griffith no sabían sobre que posarse para perder su candor. ¡Nunca más! La prudencia se apoderó de mí, mi tolerancia al picante fue en aumento, y salvo algún despiste que ya les contaré luego, controlo bastante bien este tipo de situaciones.  



 

Puebla, su plato más conocido los Chiles en Nogada, no los he comido aún aunque he estado varias veces. Solo se cocinan en una época concreta, y no ha tocado que sea la misma en la que yo he visitado el estado. Por el contrario si  he podido disfrutar de los "tacos de burro" y las Cemitas. No se asusten con los " tacos de burro" ni son de burro, ni se llaman así. El nombre totalmente de mi autoría se lo puse desde la primera vez que me vi ante ellos. Imagínense el tamaño medio de la mano de una mujer multiplicado por dos y de ancho como 8 dedos pulgares de la misma mano. ¡Una exquisita locura! Creo que nunca fui  capaz de comerme dos a la vez, pero lo que sí puedo decir sin temor a equivocarme, que el de papa y el de lengua, estaban como para quedarte tirado en la banqueta. (Banqueta, nombre que se le da a la acera.). Si están en Puebla y quieren encontrarlos, mejor pregunten por "los tacos de la 25". Otra de las cosas ricas que hay que comer en Puebla es la Cemita, un pan que puede ser dulce o salado y que rellenan de carne enchilada, carne de puerco (cerdo) asado en vinagre, quesillos, chipotle... Una magnífica opción si no quieres dejar de comer cosas mexicanas, pero echas de menos las formas algo más europeas.
Casi siempre después de Puebla, "agarro el camión" (cojo la guagua/autobús) y voy dirección Oaxaca. Las razones muchas; cultura, tradición, amigos, paisajes, raíz... Pero hablando de comida, las Tlayudas, el pan dulce y el chocolate caliente. Las Tlayudas vuelven a ser tortilla de maíz asadas y con un para nosotros bistec de ternera, ellos lo llaman Tasajo, por supuesto como debe ser con su salsita picante. 


 

Con un poco de inteligencia, poner un poquito en la punta del dedo, probar, y si aún no sale fuego por la boca, tal vez animarse a añadir directamente sobre la carne. Incluyo lo de vuelven a ser,  porque en México, independientemente del estado, la base es la tortilla, y sobre todo la de maíz. Se prepara de múltiples maneras y por lo general todas buenísimas, pero al final no deja de ser tortilla, y si el viaje es largo, sobre todo para los que no estamos acostumbrados, llega a saturar un poco. Ningún problema, un día con ensalada y listos para disfrutar otros cuantos meses de ricas tortillas en todas sus variantes. 


 



Oaxaca es una gran productora de cacao, por eso es bastante común desayunar con chocolate caliente y pan dulce. He de reconocer que me costó entender esa costumbre, al menos en la época que fui yo hacía un calor tan grande que lo que quería era una bañera de cubitos de hielo para meterme dentro, y a cambio para desayunar me ofrecieron eso, un delicioso chocolate caliente. Como trato de hacer lo típico de cada lugar (siempre que no sea ilegal o inmoral, lo de si engorda no me preocupa tanto), me decidí a darle motivos a mi caldera interior para provocar e intensificar mi sudor. Cosa extraña, no ocurrió así, según ellos con esto lo que logramos es nivelar la temperatura interior con la exterior. Estuvo bien, aunque yo sigo prefiriendo lo de los hielos.  

Otra de las cosas que me llamó mucho la atención y que aunque ya había visto en otros lugares de la república, fue en un mercado de Oaxaca donde estuve a punto de probarlos, los Chapulines. Y ni siquiera hablándome de sus múltiples propiedades, y de que se crían exclusivamente para ser consumidos, me atreví a meterme uno en la boca. Tal vez me anime para la próxima visita. 


 


Ahora quiero hacer una parada en Jalisco, y como verán los que conocen México o que al menos han mirado el mapa, voy saltando de un lado para otro. Estando allí es más complicado hacerlo así, con lo grande que es el país, si no planificamos bien el orden para visitar los lugares, se nos puede ir mucho tiempo en la carretera, y hay que tener en cuenta que no todas, ni a todas  horas son recomendables. Guadalajara me recibe con el caos propio de una gran ciudad en la que habitan más de 4.700.000 seres humanos y cuando les preguntas a muchos de ellos qué es lo que no podemos dejar de probar, lo tienen claro, "La torta ahogada". La torta ahogada se elabora con un pan conocido como "birote", es más crujiente y mucho más denso que el pan normal. Se rellena de carnitas, luego se sumerge en salsa picante de chile de árbol, además se le ponen condimentos clásicos del platillo. Posteriormente se agrega la salsa de jitomate (tomate para nosotros). Y aquí fue donde empezó mi aventura con esta recomendación. Como no me gusta el tomate, pero no quería irme sin aceptar esta sugerencia gastronómica, me atreví, osada de mí, a pedir que me lo hicieran si añadirle la salsa del "jitomate", he de admitir que la señora me miró raro, pero obediente procedió a prepararme la torta ahogada, que en mi caso no estaba ahogada. Cuando las cosas son como son es por algo, y en este caso si lleva salsa es porque la necesita, y si se la quitas, es posible que dos horas más tardes aún sigas "rumiando" con ese pan denso que es difícil de tragar si no lleva una ayuda extra en su elaboración. Aún así y con paciencia, mucha, me la terminé. Y otra vez, la gente me miró de forma extraña. No entiendo por qué.
 


  Conocer gente en los lugares que visitas de los lugares que visitas, te da la oportunidad de ser testigo de rincones a primera vista, ajenos al ojo del turista. Así me pasó con Los Altos de Jalisco, prometo que me sentía como personaje de una película de esas que había visto de niña. Señores con sombrero, gente a caballo, calles de adoquines... Y allí, en un lado de la calle un olor que obliga a que mire y que entre en lo que podría ser una casa del pueblo, pero que estaba flanqueado por un sartén de grandes dimensiones del que salían colores y aromas que gritaban; ¡Cómeme! Le dije al improvisado mesero que me pusiera uno de aquello que tan apetitoso se veía en el sartén.  Amable como casi todo el mundo lo puso ante mí acompañado de cómo no, unos cuantos chiles. La mente te puede hacer buenas jugadas, pero también te las puede hacer malas, o más que malas, puñeteras. Empecé a comer, y como esperaba estaba delicioso. Me relajé y me dispuse a disfrutar como la comida mexicana me hace hacerlo, y tanto me relajé, que por un momento, me fui viajando hasta Galicia. Los chiles se convirtieron en "Pimientos de Padrón" y como se debe hacer me los comí de punta a rabo. Justo en ese instante volví a México, y me di cuenta de que si en Padrón unos pican y otros no, en  México pican todos, y otra vez a necesitar la complicidad del personal de sala para secar mi llanto gastronómico. El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. En este caso, con el mismo chile. 

Llegados a este punto, mi cuerpo ya pide algo de fruta, y aunque es común encontrarla en cualquier lugar dentro de una bolsita, troceada y con sal, chile y limón, esta vez me apetecía algo más único. Por eso dirección Tapalpa y una vez que ya me habían dicho que por allí, al borde de la carretera encontraría gente vendido Pitayas, la parada era obligatoria. Del agricultor a los paladares más exigentes.




Siguiente parada Colima. Aquí descubrí el Pozole, y digamos que aunque no fue un amor a primera visto, poco a poco me fui enamorando de él. Hay varias modalidades y se hace en muchas regiones del país, pero a mí este me encanta, y siempre que puedo, necesito echarme uno, para sentir que sí, que ya estoy en Colima.



Otra de las visitas obligadas son las Paletas de la Villa (polos de hielo o crema) en Villa de Álvarez, es muy posible que la mayoría de sabores ni nos suenen; cajeta, mamey, cacahuate, jícama... Yo siempre me decanto por la de cajeta (dulce de leche) y la de limón. Esta última está exquisita y es muy refrescante. Supongo que algo tendrá que ver que Tecomán Colima, sea uno de los grandes productores de este cítrico, y reconocidos a nivel mundial como de los de mayor calidad.



Sigo en Colima, no en vano es donde más tiempo suelo quedarme. Me gusta este estado, esta ciudad, y todo lo que tiene para ofrecerme. A mí y a todos. Así que después de las paletas y el pozole, tal vez algo más ligero para tomar en cualquier momento, unos sopitos de la Cenaduría de Doña Julia son perfectos. Se preparan sobre una tortilla muy delgadita. Tal vez para hacer el más difícil todavía. Deberían premiar con una ración extra a los que fueran capaces de comerlos sin chorrear y sin mancharse. Yo no ganaría nunca, eso seguro, y eso que lo tengo un poco más fácil porque lo pido sin salsa de jitomate. 


 Si vas a Colima es obligado ir al parque de la Piedra Lisa y resbalarte en la piedra que le da nombre, con más razón, si te gustaría volver o quedarte, eso dice la tradición. Y ya que estás allí nada mejor que deleitar tu paladar con una tostada, mi preferencia la de cueritos. Cuidado porque son tamaño xl y no siempre uno tiene el estómago para ese festín. 


 
 

Queda mucho por comer y visitar en México, pero son tantas las posibilidades de rincones y platillos;  Enchiladas verdes, dulces, chiles rellenos, caldo azteca, chilaquiles, tamales, pescado zarandeado, cochinita pibil, enfrijoladas, gringas... que en una sola publicación y sólo con los que he tenido la fortuna de probar, esta entrada sería interminable. Sirva sin más para rendir un pequeño guiño a estas ricas viandas y para despertar en los lectores la curiosidad por profundizar en México y en su gastronomía. Siempre, mucho más de lo que nos llega. Y para terminar con sabor dulce y finalizando nuestro viaje en Colima, nos vamos a ir hasta Armería. No recomendaron probar un pastel de zanahorias en una pequeña cafetería pastelería integrada en un pueblo con sabor y tradición mexicana, y eso hicimos, buscarlo, encontrarlo y probar su pastel. Es lo que tenemos las golosas, que por un dulce somos capaces de recorrer unos cuantos kilómetros, y después de tanto salado, encontramos la Pastelería Alicia y como bien nos habían dicho, su pastel de zanahorias, exquisito. 


 

¡Buen provecho! Y si te apetece comparte y comenta. ;-)